
De pronto se para el mundo. Y de golpe, nuestras prisas, nuestros agobios, nuestras preocupaciones y nuestro estrés no nos sirven para nada.
Nos damos cuenta de que nada vale ser el mejor profesional, ni ganar más dinero, ni tener la mejor carrera. De nada nos vale correr de un lado a otro suplicando al tiempo que las horas duren más. Porque cuando se para el mundo, cuando nos alejan a los unos de los otros, cuando tenemos todo el tiempo del mundo, nos damos cuenta de que de nada nos vale si no lo podemos compartir con las personas a las que queremos.
Y al fin, algo nos ha enseñado a vivir.
Es por eso que generar momentos con los tuyos, con tu familia se convierte en algo esencial.
Y si además, lo puedes convertir en recuerdos, siempre tendrás la posibilidad de volver a ellos.
Gracias Ariadna y Fran por dejarme contar vuestras vidas año tras año y gracias a Romulo Leal por crear este un picnic al atardecer tan espectacular


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